A los cofrades de viejos y rancios deleites nos invadirá un aluvión de reminiscencias a otros lugares, a otros tiempos, cuando vuelvan a sonar por el Carmen los compases, las notas suaves, dulces, que acariciaran el aire que antecede a Dios en su infinita Pena a lo largo de su amargo recorrido. Serán como clarines que harán salir al ruedo entrañable de la ciudad, no un toro fiero de bravura desmedida, trágico y negro de recuerdos, sino una placida e incomparable visión de una maestrante cofradía que parecerá atravesar el túnel del imparable y caprichoso tiempo...
Dispónganse, retiren los velos que tapizan sus mas florecientes sentidos y vivan, paladeen, sientan intensamente la presencia de Dios caminando por las calles de nuestra ciudad...
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