¿Quien lloro por el cauce de tu senda?... En la lenta agonía del Viernes el dolor exagerado de su Quinta Angustia aumentara el nivel del crepúsculo, llenándolo de gravedad jadeante. Su Angustia embellecida por la tarde de los Remedios alcanzara el desmayo incontenido cuando aparezcan las primeras luces en el terciopelo del cielo, transcurriendo por la Merced, difuminadas las luces claras, apegados al costero del paso, se ira descifrando el porque de ese llanto irrepetible entallado en la excelsa figura de Virgen nacarada. ¿Cuantos Viernes, cuanto tiempo lleva esta Madre llorando, anegando de soberanía destrozada a los Remedios y a la ciudad entera, que dialogo de Amor se deja entrever con su Hijo? De la Catedral a su capilla el Amor llena todo el hueco de la noche y el vacío figurado de dolor que ya no duele, de llanto que ya no moja. Rayando la madrugada se acerca temblorosa la luz de su paso imponiendo el orden de la plenitud y el goce. Prende el paso en nuestra mirada todo el dialogo maternal de la Virgen, dominando todo el aire vagamente el eco bruñido por la plata. El divino conjunto, ya de recogida, nos llamara en definitiva a los cofrades de gusto refinado al orden de la gloria sin tiempo y sin espacio razonados. Cuando el paso se pierda irremisiblemente, recordaremos la intensa verdad de los poetas...y es que esta noche del cielo nunca se debería acabar...
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