Y…parece que ha llegado el tiempo…
El tiempo de los momentos de encuentro, de dialogo, donde las personas descubren el Misterio de un Dios que vive en medio de los hombres, que se hace visible desde la devoción a unas imágenes benditas y merced… al tiempo…
El tiempo en el que Dios vuelve para para hacerse Hombre una vez más y habitar entre nosotros e ir derramando su sangre por calles envueltas en cera y perfumadas por un olor especial, único, propio…el olor a Pasión. Cera, flor, incienso, bordados, terciopelos, maderas, acerados, fachadas!... todo emana la presencia divina de Dios.
El tiempo…esa sombra que Dios esculpe en las esquinas del atardecer para que descubramos la verdad, la evidencia de Sus cosas, nuestras cosas.
El tiempo…esa distancia que nos separa de las emociones, va pasando lentamente, como notas inacabables que a tus pies descansan, Padre Nazareno, y que se duermen al abrigo de una túnica aterciopelada y al calor de tus faroles en la encendida tarde en que tu altar cuajado de plegarias y oraciones calladas se mece por las callejas que rodean la anhelada, cada naciente primavera, Plaza de Los Mercedarios.
El tiempo…ese camino que nos separa del gozo y la magia del instante fugaz, se queda enredado entre los arboles de este rincón sin igual, perfumando un sueño que cada domingo de su recién estrenada Pasión nos pone en vilo el corazón…el tiempo, ese tiempo de su esperada Pasión y que de entre las manos ya se nos está yendo.
El tiempo…nuestro tiempo...
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