María es la viña fecunda que nos entrega el mejor de los frutos, el alimento que sacia. El fruto de su vientre es fruto del amor de Dios, de la maravillosa y fecunda colaboración entre el Espíritu Santo y esa pobre jovencita de Nazareth. A mí me ayuda mucho contemplar en su camarin a nuestra Madre del Prado que nos muestra a Jesús en manos de María en forma de Eucaristía: "el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre" (Jn 6, 51).
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