La Semana Santa es un acontecimiento que sobrepasa ampliamente los límites espacio-temporales para implicarse de una manera real y profunda en el ámbito vivencial de nuestro pueblo. Define actitudes que comprometen la existencia de una persona, valores que orientan un sentido muy concreto de comprender la realidad y adivinar una esperanza más allá de ella. La Semana Santa no se ve, se “vive” en infinidad de momentos que abarcan más allá de los siete días y no se limitan a espacios definidos previamente, aunque existan marcos privilegiados. Son momentos de encuentro, de dialogo, donde las personas descubren el Misterio de un Dios que vive en medio de los hombres, que se hace visible desde la devoción a unas imágenes benditas y merced al tiempo… El tiempo…esa sombra que Dios esculpe en las esquinas del atardecer para que descubramos la verdad de las cosas. El tiempo…esa distancia que nos separa de las emociones, va pasando lentamente, como quedas oraciones musitadas a un Dios Cautivo, que se duermen al abrigo de un aterciopelado manto que nos cubre de Salud y al calor de unos guardabrisas en la encendida noche en que una túnica de tafetán albo se mece por las callejas que rodean la anhelada, cada naciente primavera, Parroquia de los Ángeles. El tiempo…ese camino que nos separa del gozo y la magia del instante fugaz, se queda enredado entre los arboles de este rincón sin igual, perfumando un sueño que por los adentros de su iglesia, Cautivo de Salud en el regazo de su Madre esta.
Y es que...quince años ante Ti no son nada, porque el tiempo ante Ti se detiene, la vida ante Ti se para...
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