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miércoles, 9 de julio de 2014

Ese COFRADE...

...cofrade que desde el ventanal de su casa casi se aventura a tocar la espadaña de la capilla de sus amores y que frente a su puerta embocaba la callejuela que le conducía cada mañana a un Prado realidad de marianas apariciones. Cofrade que habla  de un convento por las Terreras como si de su propia casa se tratara y que le duele porque lo están dejando que caiga en el olvido y abandono de los rezos y las rancias devociones. Cofrade que sabe colarse en San Pedro la madrugada del miércoles de silencio, atravesando multitudes, para presenciar “desde dentro” la salida de una cofradía que rompe el bullicio  con el racheo de cadenas y cruces, penitencia que perdura en el tiempo. Cofrade que comprende la altivez de ese rostro entero del Jesús Cautivo en su Prendimiento y la silente punzada que produce el Nazareno hacia la madrugada en su transcurrir por el convento, y el interminable rosario de cipreses nazarenos del Señor de las Penas entrando en el Carmen a compás de sonidos de otros tiempos, noche única y día único el del Jueves Santo, cuando los hermanos de la Dolorosa, en el oleaje humano de su plaza, de su barrio, de su gente que continúan resistiendo el Dolor que sobre un palio de estrellas y plata mecen con suave y amoroso vaivén los pies de esos hijos que todo cofrade quisiéramos ser.

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