…para no pestañear, y contemplarte, tal y como me habían contado, lo bien acicalada que por estos días acostumbras a estar en tu aposento de plata, cariño y oro, resguardada de estos fríos que tanto hacen toser a nuestro Niño… enredada con tus trajines, no descuidando el fogón para que no se te requeme la comida que con tanto cariño nos aguarda, aguardando con la paciencia de una madre a sentir con esmero la última de las plegarias para subir a tender tus sayas, las enaguas, tus delantales, sus inmaculados y delicados baberos… y para dialogar con las vecinas mientras el albor del ocaso esboza espadañas en la bóveda del cielo, guardándote en tu delantal de tafetán de tonos inmaculados bordado por el sol, que con sus primeras luces solo a Ti te busca y te ilumina, un pintalabios de canela para seguir apareciendo guapa a la hora de acoger a los que afligidos ante Ti Madre llegamos… Bendito sea ese delantal de Concepción Inmaculado.
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