Solemne Eucaristia en el día de su onomastica a las 19:30h y al finalizar esta, devoto besamanos Vayamos a Santiago que tuvo que ser allí, al otro lado de la plaza, donde la Virgen quiso tener su casa, su templo y el amor para siempre de todos los percheleros.
Y Santiago, agradecido, todos los Domingos del año, cuando la luz cenital del mediodía traspasa los altos ventanales llenando de claridad las centenarias piedras de esa Real Parroquia, pone en las manos curtidas de sus hombres capataces y costaleros, los hachones encendidos de su oración, la Salve agradecida de sus hijos cantándole a la VIRGEN DE LOS DOLORES con el nombre de todos los nombres de la tierra: El de la EXCELSA MADRE DE DIOS.
Y dicen en el barrio que allí arriba, en los arrabales del Cielo, hay una cuadrilla de ángeles para llevar a la Madre de Dios de los Dolores por la misma Pureza de la Gloria y este año, cuando también en el Cielo haya una Primavera y florezcan las nubes y los angelitos muden la blancura de sus alas, un serafín costalero que llegó una primavera desde ese paso volverá a ponerse bajo las trabajaderas, y el capataz le pedirá otra vez a SEÑOR SANTIAGO las campanas de plata de su torre y vendrán los niños, con las manos llenas de claveles, para acompañar la belleza transparente de su Madre, MADRE DE DIOS DE los DOLORES, en la plaza azul del paraíso.
Y Santiago, agradecido, todos los Domingos del año, cuando la luz cenital del mediodía traspasa los altos ventanales llenando de claridad las centenarias piedras de esa Real Parroquia, pone en las manos curtidas de sus hombres capataces y costaleros, los hachones encendidos de su oración, la Salve agradecida de sus hijos cantándole a la VIRGEN DE LOS DOLORES con el nombre de todos los nombres de la tierra: El de la EXCELSA MADRE DE DIOS.
Y dicen en el barrio que allí arriba, en los arrabales del Cielo, hay una cuadrilla de ángeles para llevar a la Madre de Dios de los Dolores por la misma Pureza de la Gloria y este año, cuando también en el Cielo haya una Primavera y florezcan las nubes y los angelitos muden la blancura de sus alas, un serafín costalero que llegó una primavera desde ese paso volverá a ponerse bajo las trabajaderas, y el capataz le pedirá otra vez a SEÑOR SANTIAGO las campanas de plata de su torre y vendrán los niños, con las manos llenas de claveles, para acompañar la belleza transparente de su Madre, MADRE DE DIOS DE los DOLORES, en la plaza azul del paraíso.
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