Cuando aún tenemos tintineando en nuestros sentidos ese instante mágico, fugaz, único... cuando todavía no han pasado los compases necesarios para que esa espera, que siempre se antoja eterna, duerma en el anhelo infinito, entre melancolías y añoranzas, y al amparo del reflejo de una luna de nisán que trazo su roja sombra en las piedras de un monasterio carmelita viejo y cansado de narrar centurias de leyendas y memorias, historias que son vivencias de nuestra ciudad... dejarme que os muestre lo que siento cuando veo a través de mi objetivo los gestos, los momentos que se escapan de entre las manos y que ya no volveremos a vivirlos, porque esa Semana única que aún tenemos presente cuando nos dormimos, no solo es el eco de una música, el racheo de un Dios o una llama iluminando la pureza de unas lágrimas virginales, la Semana Santa es ese momento de oración, fuera de los muros de una iglesia y que persiste, pervive y permanece inalterable en nuestra memoria durante todas las Semanas Santas de nuestra vida...
1 comentario:
Impresionante. Todavía llevo la emoción en el cuerpo, y leer algo así la exalta aún más. Espero que hayas tenido muy buena Semana Santa artista. Un fuerte abrazo.
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