Una tarde que se torna gris, lluviosa, y una noche que se antoja distinta, con otras emociones, con otros sueños… los que están por venir. Y es que la Semana de la gracia se nos ha ido, ha pasado como el leve suspiro que se deja oír al pasar la Madre de la Soledad con su ahogado sollozo en la garganta. Nos queda deleitarnos con lo vivido, que ha sido mucho y bueno, y guardar en las alforjas de nuestras vivencias esos sueños cumplidos, porque cada Semana Santa un anhelo se consuma, un sueño se ve plasmado… La sonrisa de una Dolorosa que a través de un fleco de bellota pude adivinar al verme cerca, muy cerca, en la estrechez de un pasaje en el que Ella y yo habíamos acariciado tantas veces esa chicota celestial inundando la escena con compases de Amarguras… La evocadora y sin par estación de penitencia en una hermandad con reminiscencias de un pasado rancio, en la que vas mascando en cada calle, en cada rincón, en cada golpe de palermo, ese sabor a madera vieja, a humedad de iglesia, al ambiente único que esta cofradía ha sabido imponer para dignificar un auténtico adagio de oración, recogimiento y penitencia en la calle.
El Señor y su ciudad, simbiosis perfecta de oración y recogimiento, respeto por lo que debe ser nuestra razón de ser en este mundo cofrade, la presencia viva de Jesús en la Eucaristía y amor, amor con mayúsculas por esas esclavas de la Cruz que aquí en la tierra hacen posible una vida más digna a muchos. Gestos, que te llevan más allá de la simple fijación de un cirio en la delantera de un paso o el sonido de una marcha celestial y te pone al lado de esos Ángeles del Cautivo que cada año están presentes en cada chicota, en cada levanta y en cada paso que esta cofradía de los Ángeles da. Esperanza, imagen misma de la ciudad, autentico “salto del espíritu”, autentico salto hacia delante sin vuelta atrás, compostura de una cofradía en la calle que por fin ha hecho que del Barrio del Pilar hacia los adentros de la urbe, aires frescos, marineros y de Esperanza con sabor a verdad refresquen la tarde y nos lleven en volandas persiguiendo otro anhelo que se empieza a plasmar. Un día grande, venido a menos y salvado por quien con espíritu joven y personalidad añeja ha puesto a una cofradía en su sitio, con rancias y puras maneras, una hermandad y su Cristo de la Piedad, sueño de Viernes Santo, maneras puras y sencillas, sin más, para poner en la calle lo que proclamamos, la Pasión del Señor según los evangelistas y ellos han sido ese quinto evangelista que sin escribir nada en ningún sitio han marcado las calles de la ciudad con las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz, una cruz que se llama Piedad.
Y ahora queda alimentarnos de lo vivido, soñar con lo que viviremos y vivir en cristiano y en cofrade para seguir cumpliendo los sueños que la próxima Semana de los anhelos nos traerá.
Feliz Pascua de Resurrección a todos.
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