No puede dejar de estar aquí. Ya no puede hilvanar una túnica nazarena. Y, sin embargo, cada primavera, fiel a su cita con el tiempo, que le pone otra añada mas de nostalgias, y con sus devociones, que le invaden casi al unisono...Una tristeza que arruga su semblante y una ilusión como recién estrenada, como la de esos revoltosos monaguillos rodeados de sus padres, que antaño llenaban de una luz de amanecida sus ahora cansados ojos... Divaga en cortos paseos su nostalgia.
No puede dejar de estar aquí. Mira quedamente al paso recién encendido.
Nunca dejara de estar aquí, ante sus ojos un sordo crujido le descubre que el paso se ha arriado justo a su lado. Una mirada de alegría se abre paso entre los antifaces. Las lagrimas vuelven a brillar, contempla a la Virgen, reza sin palabras. Diría que la llama, se siente vivir en presencia de su Dolor.
La procesión se aleja, pero en las entretelas de sus sentidos percibe que no se queda allí, que va con ellos haciendo una mas de su particular estación de penitencia.
Son los abuelos, la importancia de los abuelos para mantener y realzar nuestras raíces, nuestras mas hondas devociones.
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