La mujer ciudadrealeña transmisora de toda metáfora posible, símbolo ella misma de todas las revelaciones sucesivas de la ciudad. La mujer ciudadrealeña, guardiana de los destinos culturales y cultuales de nuestra fe y tradiciones. Ella, desde la sombra, detrás del hijo, del marido, del padre, conservando todas nuestras cosas en su corazón, pasando el testigo a la generación siguiente, y aunque haya sido no pocas veces la gran traicionada en la pervivencia de nuestro destino como pueblo, no por eso dejó de cumplir una importante misión de aliento profético, incluso desde una posición de silencio, siempre paciente, esperando, callando como Maria junto a la Cruz, estando allí al lado del sufrimiento para devolvernos luego la alegría, con esa eterna presencia femenina que el ciudadrealeño no puede eludir, que necesita simbolizar también, visualizar materialmente, convirtiéndola en paso de Virgen, rodeándola de aromas, de música, de LUZ, para que no este sola, para que se sepa que es Ella el cauce mejor de nuestros sentimientos, y que por Ella encontramos la expresión mas perfecta a nuestro encantamiento de hijos que nunca dejaron de andar por los ámbitos que la madre había vivido y amado.
Ciudad Real-mujer, Ciudad Real-paso de palio, Ciudad Real-Reina y Señora, Ciudad Real-Prado gracia y amparo, Ciudad Real-Prado nuestro, rocío de la mañana, refugio de nuestro pecados.
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