Lo usual será iniciar la tarde entre sol luminoso y nubes blancas, y antes de que nos demos cuenta nos hallaremos inmersos en la anochecida, en esos instantes únicos en que la ciudad parece transformarse cada día 15 del mes de agosto, instantes entre dos luces en los que su cara resulta maravillosa a la contemplación. Lastima que se pierdan ciertos momentos mágicos debido a la luz eléctrica, que ahoga los inenarrables cuadros que proporciona la luz de cirios, velas y codales cuando se apaga una calle para que la encienda el paso de su Reina. Aún así, habremos tenido ocasión de contemplar la belleza de la Morena del Prado ataviada co su rico y único ajuar.
En ese ambiente desgarrado de alegría y devoción profunda se desarrolla la tarde del 15 de agosto. Esta tarde está impregnada de historia y sabor antiguo, es día grande por lo que representa para los que aquí hemos nacido y a su amparo nos hemos criado. Cofradía, hermandad insigne, vetusta y de rancio abolengo en la ciudad y en torno a ella percibimos el aroma y el sabor de la capital vieja, de la villa de siempre, de la población que nos hace retornar a la niñez al hilo de algún recuerdo lejano pero siempre vivo en el corazón.
Suele decirse -y no sin fundamento precisamente- que en esa tarde están los cabales, aquellos a quienes el calor de la ciudad y el imán de las vacaciones no logro apartarlos de Tí, aquellos que se sienten en intima comunión con las raíces de su tierra, de sus tradiciones, aquellos que estan porque lo son.
El tiempo parecerá detenerse, pero antes de que nos demos cuenta nos hallaremos de nuevo ante la impasible puerta de tu bendita casa para vivir los últimos destellos de tos ojos, el último fulgor de tu cara.
Cuando entre la Virgen del Prado solo quedaremos nosotros, habrá que esperar otro año para vivir el milagro de otra tarde de agosto. nos quedará el recuerdo, porque -al igual que la energía- esa tarde con nuestra Patrona entre nosotros, no se pierde, solo se transforma: Nos queda en la cabeza y en el corazón.
3 comentarios:
Un texto así sólo puede surgir de un profundo amor a nuestras raíces, que es lo mismo que decir, un profundo amor a Santa María del Prado. Soberbio. Gracias por estos regalos estivales.
Ella es quien nos alumbra, quien os alumbra para que esta fe y amor pueda surgir a borbotones. Gracias por vuestro apoyo.
Una vez más, consigues acariciar nuestras almas con esa narración que es algo más que palabras plasmadas en un bello rincón. Con gente como tú, nunca perderemos nuestra esencia, nuestras tradiciones. Gracias por hacerlas tan grandes.
Y me pregunto yo...¿para cuando un pregón de la hermandad de la Virgen del Prado? Ahí lo dejo...
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