Y la luna abrazaba tu pena, y mi
pena de madrugada… soledad nazarena a la luz de la cera. Y hasta se duermen
esos sueños nazarenos en vuelos de paloma blanca, que hasta el convento vuela y
vuela, y a la vera de su Santa descansa. Y en la inmensidad de ese sueño,
capirote alto y negro de creyente arrepentido, me quedo con lo homérico de sus
voces etéreas rodeadas de clausura, me detengo en esa corpórea serenidad y en
la paz que rezuma ese monasterio.
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