Se nota en los ambientes que algo está cambiando. Aún no cala el incienso, pero tal vez, ni eso haga falta para llegar a ese reino sutil que imagina nubes blancas y cielos celestes, y flores de siempre suspendidas en el verde de unos naranjos cubiertos de Amor al llegar la primavera.
Llega un nuevo tiempo de espera; víspera de las vísperas, y de nuevo llega un reto para quienes hacen posible cada año, cada cuaresma, cada primavera, que el sueño de ver a Dios andar por nuestras calles sea una palpable y auténtica realidad, que sentir el roce de su mano, de su pie rodeado de cera y luz en cada altar sea una sensación que nos haga emocionar, que oír el llanto de una Madre acompasado con un racheo de zapatillas que marcan su caminar, sea la manera más pura y sencilla de rezar, simplemente de hacernos sentir que nuestra ciudad se convierte en una nueva Jerusalén de verdad.
Queda sólo un suspiro para llegar a los días que dan sentido a este universo de benditos locos, y un año más ahí estaréis para contárnoslo...
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