En medio de la noche única de Ciudad Real, paso a paso, lentamente, el Nazareno de las Penas es pregón de penitencia, misteriosa sombra de perdón, saeta de dolor esperanzado. Él habla desde la oscuridad. Él habla sin palabras. Él habla desde el silencio de los siglos con un lenguaje siempre nuevo, un lenguaje que actúa, se hace carne, vida, presencia, realiza lo que dice porque lo que dice solo puede expresarse desde el Ser del Amor.
Un amor que el mundo necesita con urgencia y en el que solo podrá creer cuando todos nosotros, cristianos, nazarenos de las Penas, nazarenos de esta ciudad herida por la envidia y el rencor, abracemos su Cruz de Penas y amor y hagamos realidad su mensaje.
Paso a paso, en medio de la noche, vigilantes, insomnes, firmes en la fe como ese inconfundible silencio del Nazareno de las Penas, que anoche dejó huérfano al martes más santo del año...
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