Ciudad Real fue, es y sera nuestra grandeza y fue, es y sera nuestra servidumbre, honor que se debió a la ciudad en sí, y miseria de la que solo se puede hacer responsables a ciertos sectores de la ciudad poco fiables como ciudadanos. Quizás por ellos, y parafraseando a Antonio Machado habría que decir:
"Ciudad Real y sus cofradías sin algunos cofrades, oh maravilla".
Esos mismos "paisanos" que quisieron condenar al silencio y al olvido a familias y apellidos que mucho o todo han tenido que ver en la afición y devoción al costal o en el levantamiento y mantenimiento de algunas hermandades. Esos poderes fácticos que en cada generación aparecen por la ciudad, nadie sabe desde donde, y empiezan por introducirse en algún negocio, oficio, grupo social, profesión o gremio en el que, trepando poco a poco, lograran tener algún cierto dominio, y, para poder figurar en los círculos bien pensantes de la ciudad, se apuntaran a una cofradía, se harán socios de alguna asociación, peregrinarán a Alarcos, buscaran deseperadamente un buen sitio en actos y cultos cofrades, encabezaran donaciones para comprar nuevas candelerías y nuevos mantos, y luego, con la acogotante osadía de la ignorancia, se irán poniendo todas las medallas, se creerán la quintaesencia de lo puro, conseguirán la vara de todas las presidencias, para terminar apoderándose hasta de las reliquias de los santos.
Con estos elementos se podría escribir la otra historia de Ciudad Real. Esa otra historia que en el caso-lamentable y cercano- de una institución, medio cultural, medio cofrade, con tintes de cortijito, está convirtiéndose, por la malidicencia y la vanidad de unos pocos intrigantes, en el coto privado de una minoría discriminatoria que parece jugar a comportarse como la antigua ultra derecha, cerril y torpe, siempre cantando al lucero del alba.
Pobre y pobres instituciones violadas por la envidia, la ceguera intelectual o la más simple y desproporcionada estupidez. Pobre ciudad y sus cofradías sirviendo de pretexto a tanto judas de aquilinas y aviesas intenciones y a tanto bastardo comisario del rencor.
Menos mal que, pese a todo, todavía hoy por hoy, mayoritariamente, Ciudad Real y las cofradías de Ciudad Real siguen siendo un modelo de equilibrio y sentido común.
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