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Altar Quinario año 2004 (7 de Marzo de 2004) |
He vuelto a tus pies Señor, como un simple y atribulado devoto atraído por el Amor y la Misericordia que inundan ahora esta capilla, al cabo de tanto tiempo. Algo más de un lustro me devuelve a la ilusionada juventud que siento no haber perdido nunca, a buen seguro por tu discreta ayuda en la salud, en el trabajo, en el espíritu y en la familia. Puede sonar pretencioso, pero me siento como en mi casa. ¿ Que elixir extraordinario destila tu atravesado costado que libado por tus cofrades y devotos hace de esta capilla una casa familiar donde recibes con los brazos abiertos? De esta casa, de esta familia, he recibido mucho para lo poco que yo he aportado. Si ya se, Señor, con tu silencio elocuente me contestas: Tú eres Amor y el Amor bien entendido es dar sin esperar, amar sin esperar ser correspondido intentar hacer felices a los demás sin esperar que nos devuelvan el mil por el uno de la felicidad. Si, Señor, ese elixir maravilloso eres Tú mismo, el Amor en esencia que todo lo hace felicidad en compartir. Lo he comprendido en el mudo y elocuente discurso de tu muerte, y por eso Señor de nuevo estoy aquí a tus pies, después de tanto tiempo. Ya en esta época, Señor, discurrir hasta los Remedios sin distraernos por la ciudad que espera con anhelo de felicidad la ya presentida primavera que este año se enseñoreara de la misma a la vista de tu rostro aireado por el andar costalero, parecería un acto de notable irreverencia. Ahora, la ciudad en el umbral de su fiesta más compartida y convivida, de su Semana Santa, se nos antoja como un capricho nacido a la vida desde las aguas recreadas en la escultura donde todo comenzó, como una imagen creada por una incursión interior de la rancia brisa medieval nacida en las entrañas mismas de esa alusión a Pozuelo de Don Gil. La ciudad se hace flor que parece salida de los versos de Fernando de Rioja; flor intocable y cambiante; flor duradera y perenne, que en cierto modo se apaga en la húmeda invernada para convertirse en un ser polifacético pero profundamente depresivo en todos sus aspectos, y que en esta época finalmente se abre como origen del amor y de la vida, en una estación única y permanente de un paraíso terrenal que parece nunca se mancillara. . Sí, Señor, antes de llegar aquí he vivido el momento único en que Ciudad Real se ha convertido en la ciudad reina del Amor, de un Amor de color de cielo imposible en la paleta del más genial de los pintores, desconocido del natural arco iris.
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