Fotografía: Pasión en Sevilla
Esas imágenes no son meros ornamentos; forman parte de la cotidianidad de todo un pueblo, como los amigos que tras el trato y el roce pasan a formar parte de nuestros más fieles afectos y nuestras más firmes lealtades. En esta España-catolica, a pesar de muchos-volcamos creatividad, y sobre todo cariño, en esas devociones cálidas, salpicadas de detalles, que transmiten algo muy real, que insuflan vida, como la que hemos recibido con el incomprensible ataque a algo más que un simple legado del patrimonio artistico, porque delante de Él, ante su impresionante Gran Poder, la gente reza, llora, se arrodilla, se convierte y se siente más catolica y creyente que nadie. ¡Que mejor y más alta teologia que ponerse delante de Él y ...Creer! Y no solo nos ocurre esto en épocas caldeadas por el ceremonial barroco. A lo largo de todo el año, en las anónimas visitas a las capillas, se va desgranando buena parte de la familiaridad con los titulares; es más, yo creo que en esa oración de las iglesias solitarias es donde más autentica se hace la Semana Santa. Porque las imágenes son lo más preciado de la hermandades. Ya sé que suena a algo sabido, pero hay que decir aquí que hay que entenderlas como lo hace el simple devoto, como lo que no pueden dejar de ser nunca, el camino más corto hacia Dios, hacia el hermano, hacia la vida y hacia el amor. Ese es el fundamento y el sentido. Y todo lo demás, exorno.
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