Cada cual,
cada uno, porta remendado en algún recoveco de su añoranza uno por uno los
deleites, los gozos, las dichas, las vivencias y recuerdos que de la vida ha ido
heredando, ha ido saboreando o puramente ha ido anhelando para hacerlos verdad
palpable e innegable en un no muy alejado día.
Aparecen de
relance aquellos de los que al hacer memoria, nuestros sentidos se ensombrecen,
los ojos desean cerrarse y los soniquetes que esbozamos al susurrarlos están salpicados
de alegría y regocijo…
Los hay tan hirientes que cuando paseamos por
la magullada herida de su cuita, hasta nos hace daño el infecto veneno que
revestían sus entrañas.
Y los hay
que traen hilvanados en su pulcra esencia el paladeo de una fresca realidad…
Sin duda
otros se encaminan a extraviarse en la gloria de las ausencias y con una
adecuada brazada de ellos uno consigue arrasar la muralla más invulnerable e
inexpugnable…
Y están los
que se quedan a tu lado, y de qué manera, ya que son el paradigma de lo que
todos precisamos presentir cuando menos en una ocasión en la vida, otra vez
cada semana y una vez cada anochecida.
Van siempre
con nosotros, percibimos su incomparable encanto desde el inicio de nuestra
vida y son el regazo más sublime cuando
ya no brotan más lágrimas que enjugar y todo parece perdido.
Y es que cuando te avecinas a Ella, te recreas
en su gracia, y sigues el cauce que cada lágrima deja en su cara, descubres que
el torrente de las duquelas y las ansiedades se amansan y tomas en consideración
que ya nada malo puede acontecer.
La cercanía a
Ella abriga el arte de acariciarte las entrañas de dentro a fuera y rozarte la
piel desde lo más hondo de tus adentros…Es un pellizquito de gracia, de humanidad,
de una transmisión de fe eterna…No importa la juventud, la mocedad, la
plenitud, la infancia, la niñez…Lo agotado que regreses al hogar o los apremios
que la manecilla del reloj siga acaparando en su jaula frágil y cristalina…La cercanía
a la Madre es inmejorable en el devenir del tiempo, es exageradamente perfecta,
es la certidumbre categórica de que solo Ella es depositaria de nuestra vida
entera.
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