Plumazo a plumazo, todo esto,
estaba manuscrito ya desde hace algún tiempo en los pespuntes de mis entretelas,
pero no hallaba la ocasión para asomarme a los miradores de los sentimientos y
dar rienda suelta a mis más hondos e íntimos silencios. Quien lo anotó en mi
alma y lo modeló en mis sentires se fue volando, zarpó –como fervoroso y fiel
devoto de una ilusionante forma de vivir- presuroso para preparar esa expectación
que siempre parece eterna… Exhortado por ese cuidado revestido de desvelo, que
se torna en impaciencia y se revela en cálida explosión de luz, color, sabor,
olor, fe, oración…que, a todos los que destilan y despiden su luz les invade
cuando la primavera acompaña su presencia. Es la gloria de nuestra esperanza y
esa remembranza de auténtico regusto a calles perfumadas, a iglesias de altares
de cultos invadidas y enseñoreadas, y
ese siempre presente aroma a Dios fresco, recién implorado, inmaculado que… no
tiene nombre. Auténtico sabor, que solo lo encuentro en el recuerdo y en los
sueños que se repiten desde niño. Y…es
que Él y Su Madre lo son todo…son compositores de nuestros sueños, escritores
de cuentos que nos adormecen y al abrigo de Su corazón, hombres y mujeres
cofrades, cristianos de bien, nos sueñan y nos quieren siempre junto a
Ellos…son pregoneros de la dura lucha del día a día de nuestras vidas, decidores
de versos y oraciones aprendidas, que al recitarlas dejan en la boca sabor a
sangre presentida y dolor en una pasión de siglos transmitida. Y es que en
estas tradiciones y devociones heredadas se viste la hechura de postinería de
bronce antiguo… Y es que son Ellos, los que poseen la gracia, esas soberanas
maneras para subir a esos confines azules que no son más que la gloria que
esperamos alcanzar desde esta lastimera tierra.
Se nos fue volando, como se va la
semana de los sueños y las vivencias, y otra vez una nueva espera para que el
cielo se adorne de estrellas, para que el niño golpee el tambor a compás y con
fuerza… para que tus ojos escondidos Madre, nos traspasen con su mirada, y
rompan en lágrimas antes que entre un nuevo Viernes de dolor y muerte
presentida, y temblores de cielo y tierra se aposenten por las esquinas.
Y todo esto, dejando ese relevo
sin cambio alguno en “llamás” y maneras, con aromas de maestría y sarmientos
nuevos. Jamás ha de volver. Enmudeció su
marcha y se fue. Canalla la vida, esa vida que a veces hiere sin razón alguna.
Se fue Marcelino Abenza y surcaron con él los veleros de las ilusiones que navegan
por las cavilaciones de la gente noble y grande como lo fue él.
Ahora el temple y el buen
hacer y el espigar de las buenas costumbres, formas y maneras se queda triste,
desolado, la Ciudad Real cofrade y la desagradecida enmudeció y la carne de
gallina recorrió su cuerpo entero, penetró el gemido en ese cuerpo a cuerpo
dejando que el ciprés vistiera mortaja de negro austero y sobrio. Y la Semana
de su pasión sin su novio de toda la vida. El que más la piropeo y el que más
se supo recrear en sus andares y hechuras de buen gusto y maestría. Caricias a
golpe de martillo, fragua y yunque, repiqueteo de campanas que contagian
pasión. ¡Y se nos fue volando! Ya ni el racheo de las penas de su Señor se sanan
de esa aflicción, ni el cielo se viste de estrellas, ni el niño golpea el
tambor, ni los ojos oscuros de Soledad traspasan con su mirada para romper en
lágrimas antes que entre el nuevo día y hasta luto lleva el compás. Realidades
que hieren metales repujados y una plaza, carmelita plaza que se queda desolada
con la saliva amarga en amarga Pena… Y ese corazón, postigo de piropos y de
proyectos entusiastas, crepúsculo en murallas y portadas que se duelen en
pavimentos acariciados por nazarenos de devoción descalzos… Y en el aire su
nombre… que se hace silencio ahogado por collaciones desorientadas llenas de
quebrantos. Ya ni la misma cal se viste de blanco. Ya ni la misma alegría se
corresponde en sus faenas y ajetreos de puertas afuera. Y después de todo esto
se sigue y se seguirá escuchando esa otra copla en el silencio de su voz
inquebrantable, ¡ahí quedo por siempre el legado de quien supo ser marido,
capataz y padre!
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