Nunca dejes de mirarla,
y proclama a voz en grito
que la Reina de la Gloria
viene ya entrando por Lirio.
A lo lejos, donde ensancha
sus márgenes como un río
la calle acerca sus labios
para besar cada hilo
de su manto de clavel
en el aire suspendido.
No temas mirar su rostro,
coronado del gozo vivo
con que Dios sembró en su Madre
la esencia del Paraíso.
Mírala cuando el dolor
pretenda ocupar el sitio
de aquella felicidad
que Dios puso en tu destino.
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