Al contacto contigo, al roce del cálido madero de tu cuerpo, Simón el de Cirene santificó sus dedos, hizo buena su alma.
¿Será posible, Dios, esa locura de la Cruz, esa Pasión de amor que Tú desencadenas?
Sólo por tu Pasión llegaremos un día a la Pascua gloriosa.
Te pedimos, Señor de las Penas, ser también cirineos para nuestros hermanos los demás hombres.
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