... Enrojecen las caras de los monaguillos en la placita del Carmen cuando a la salida les pasa revista el Señor de las Penas. Porque en sus faroles, arrebujados de frío, sobrenada una luz trémula, temerosa de ver al que era la Luz del Mundo elevarse como un hilo humeante que asciende, pabilo que se apaga, dejándonos un eco de oboe, fagot y clarinete que alimenta las esquinas secretas de su ciudad y las de nuestras almas.
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