Se alzaba purpúreo y oro hasta el centro sensible del dosel, espiga enorme de luz, Custodia, Monumento, Imagen que golpea en lo alto del espejo de las sombras, el alba y el ocaso que abren las contrapuertas de la salida más soñada por todos tus cofrades, Martes de la Abundancia Santa multiplicada en Cuerpo de Cristo, forma de vida eterna, cáliz de la alianza nueva y distinta, vigilante milagro que permanece en aquellas palabras, testamento de Dios convertido en prodigiosa arquitectura efímera entre la silente soledad de la piedra, el ladrillo y el mármol del presbiterio, una poderosa zancada para reclinar la caricia de unos labios y una estación de penitencia de ensueño que es pórtico del cielo para el calvario donde termina tu andar.
Convento Carmelita en el umbral de la noche de un Martes único, andante Sagrario que deja caer toda la claridad del mundo sobre esta tierra ardiente.
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