La ciudad se deshace poco a poco de su efímera vestimenta de Navidad. En apenas unos días, lo sucedido hace poco, nos parecerá ya del pasado más lejano, y tendremos fuera de su cuna, pero en brazos de su Madre, muriendo por nosotros al mejor de los nacidos.
Preparémonos pues para vivir una nueva y esperanzadora cuaresma, llena de fe y hagamos de Jesús y su Bendita Madre nuestras únicas metas para vivir intensamente y como cristianos auténticamente comprometidos en este difícil siglo XXI la pasión en sus pasos por la ciudad en una nueva primavera santa.
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