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lunes, 16 de noviembre de 2009
No solo hay que parecerlo...
Los que hablan bien de sí mismos (sobre su amor incondicional por la humanidad, su lucha sin freno por la paz en el mundo, su coherencia, honestidad, su gran defecto de exigirse demasiado...) son más ingenuos que presuntuosos.
Los que se callan, con dulzura de monje, no lo hacen tanto por modestia como por la certeza de que nadie creerá que alguien es bueno solo porque lo diga.
Algunas virtudes se conocen por mera mención. Pero es preferible recibir cualquier auto-publicidad de manera solapada, y en dosis pequeñas.
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