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jueves, 27 de noviembre de 2008

Costales olvidados...


La experiencia del costal, es tan íntima y profunda, que es difícil de narrar y quizás por eso, a veces poco comprendido desde afuera. Lo que sí es cierto, es que salir de costalero te deja un estigma tan enorme, que ya pueden pasar quince años sin meterte bajo un paso, que jamás lo olvidas. En muchas ocasiones, te sientes tan incómodo y molesto, que te pasa por la mente la idea de abandonar. Sin embargo, si sales por amor y devoción hacia la imagen que llevas sobre los hombros, los momentos de satisfacción te hacen olvidar por completo los adversos. Es un veneno que penetra en las venas hasta tal extremo, que cuesta mucho trabajo dejarlo todo. Siempre he estado convencido, que el aguante no está en la fuerza muscular, sino en la del corazón.
Me siento dichoso de haber sido costalero del Señor del Amor, a quien tanto agradezco en mi vida. Pero también lo he sido de la Bondad, del Consuelo y como no de La Dolorosa en su Barrio de Santiago. He conocido desde abajo, la injusticia de una muerte descolgada de una cruz redentora, los azotes humillantes y el Consuelo de una Madre, y el dolor de María en ese barrio de la judería, experiencias distintas que han reforzado aún mas mi fe cristiana.
Pero si de algo me siento orgulloso es de haber paseado a todos estos pasos en sus primeros pasos sobre costales. Escuché por primera vez desde la trabajadera el crujir de la madera en la arriesgada salida del Amor, el paso largo y sonoro de una Bondad infinita, la música Amargura bajo un paso de Consuelo bien "llevaó" y como besan las bambalinas los varales de plata, con un tintineo que se mecía en mis oídos cuando a mi Dolorosa en la Plaza de Santiago por primera vez sobre mi blanco costal al cielo la levantaba.

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