Es ahora… cuando al levantar la última
hoja de la interminable espera de todo un año esta se torna en desvelo. Es
ahora… cuando el relente de los días se tamiza por los ventanales de las templadas
estancias que disuelven en su aire el olor a musgo, a plástico de Belén
rescatado de la infancia y espumillón que conserva las imágenes de los
recuerdos mejor guardados. Es ahora… cuando los rincones de la vida diaria se
revisten de añoranzas, historias de un baúl de la niñez rescatadas y cien veces
relatadas, cartas llenas de ilusiones esperando su día para ataviar un anhelo
de realidad en la corta edad de los sueños. Es ahora… cuando todas las férreas convicciones abordan
el día a día en caótico tropel, y sumergen
el quehacer diario en un momentáneo y profundo acto de fe sin medida…
Salgamos hasta las Templos, allí
en donde Dios retira las agonías de Su Pasión por unos días en los bruñidos y
rancios retablos, y baja, nace frente a nosotros, en nuestras casas, en
nuestras parroquias, en nuestras calles para que lo contemplemos, lo percibamos,
lo sintamos como ese aire fresco de la mañana, lo admiremos y busquemos su
mirada, frente a frente, mirándolo a la cara e hilvanemos una añoranza más con
la envoltura de la tradición, del rito, de la usanza, de la vieja pero siempre
presente y vieja usanza…
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