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jueves, 11 de junio de 2015

Causa de nuestra alegría...

En su Sagrado oratorio todavía tintineaba la última plegaria que alguna  ferviente devota entrada en años, de cabellos argénteos recogidos en un esmerado moño y apoyada en su bastón, guardaba en su cansado pero generoso corazón como tesoro que llevar ante sus plantas. La claridad empezaba a acariciar los gruesos mármoles que simulaban cristales de pulcras vidrieras y los destellos abordaban su rostro de terciopelo. La mañana se acicalaba para despabilar a su Reina. La espadaña se entreveía colmada de palomas y en su rosario relucían cientos de esperanzas revestidas de ofrendas.
En aquel momento me encamine a mi rincón eterno, recité quedo, inquieto, la oración más bella…”Dios te salve Reina y Madre de Misericordia…” intentando rehuir su mirada. Más…Ella…Ella me contemplaba, pero en esta ocasión con otro aire… Presumo, sin temor a equivocarme que esbozaba una tenue sonrisa. Un fulgor de humanidad filtraba su apenado contorno. Y es que la advertía sin sufrimiento, sin aflicción, sin insolencias; no le hacía falta su presea, le sobraba su dolor en soledad, sus tribulaciones; no quería encajes, ni broches, ni tan siquiera las estrellas de oro de su índigo tafetán. Simplemente era Ella… albor que asalta las negruras, hoguera que ahoga escalofríos, faro y guía entre tanta alma perdida. Ella, pendiente del rastro de mis descuidos…De mis duquelas. De mis vigilias  a la luz de una vela.
Y así la quiero siempre a mi lado. Cogido de Su mano. Cercano a Ella...la causante de vivir mi fe respirando al amparo de su manto...el motivo para continuar día tras día peleando...el ademán de la dicha que se esboza en mi semblante.
Descendió de su cálida hornacina, izó el decorado de la vida y me destapó la verdad eterna que algún día, en algún momento, en algún lugar perdí, quizás en una madrugada en que el dolor cerró el paso a la esperanza…No pude recitar nada más… puesto que de todo punto estaba ya dictado.

1 comentario:

Rosa dijo...


Ella, María Virgen y Madre, siempre está a nuestro lado, que hermosas palabras impregnadas de sentimiento le haz regalado.

Rosa