En aquel lugar… por Santiago, en su templo, donde Jesús Sacramentado habita custodiado por la que ahora nos recibe con delantal negro de luto, siete dagas de dolor eterno traspasan los ribetes de su cara nacarada… entre tanto, sus hijos - simples servidores de este drama de sombras-, sin más, nos entrelazamos las manos ante Ella… y, guardamos un orante silencio que nos reconforta el alma.
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