Al pasar por aquí me brota la palabra costalero. Costalero del Amor. Yo he sido costalero de la Gloria de mi vida. Y por eso la boca me sabe a sangre cuando el Viernes Santo se arrima. Que sepa esta ciudad lo que atesora, lo que en ese barrio anida. Mirad esa Ermita, hacedlo con el alma. Encontrareis un tesoro que me tiene enamorado, a un Hombre grande, noble, al que le corre el Amor por sus divinas venas. Por eso les traigo hoy a Los Remedios, justo en el frente de Vía-Crucis, allí en su plazita aromada de azahar en albores de primavera se encuentra esta coqueta capillita.
¿De donde venimos? ¿A donde vamos? Siempre que me encuentro con Él, Señor rebosante de Amor, pienso lo mismo. Venimos de Dios. Vamos a Dios. Porque decirme ¿hay rostro que se acerque más a Dios en la tierra que el del Señor del Amor? ¿Hay Misterio acaso, que represente en equilibrio tan perfecto el Descendimiento del Hijo a esta nuestra tierra? Misterio sin par que tenemos la dicha de tener cobijado al abrigo de Los Remedios, como naranjo en flor, como promesa cierta que existe y ahí está nuestro verdadero Dios.
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