Toda mezcolanza de objetos ajenos por naturaleza a una celebración, fiesta o cualquier otro tipo de acontecimiento, hacen que este se desvirtúe, o al menos pierda algo de su más intrínseca pureza.
Lo de las hermandades camino de la Catedral, para presentar a nuestra Excelsa Patrona los frutos recogidos en un año -siempre hablando en el más estricto sentido de la Fe y la alabanza al Santísimo Sacramento y las imágenes en que lo veneramos- me parece hasta necesario, pero hasta ahí; no pisemos el terreno del mal gusto y lo hortera. Porque de muy mal gusto fueron las vestimentas de algún hermano mayor (por ahora), agarrado a su vara de manda menos dando una imagen más que lamentable, ridícula.
Los enseres y atributos de las hermandades son para lo que están, para revestirlos de solemnidad y de ese algo especial que adquieren cuando acompañan a nuestros titulares, en cultos y procesiones, y como complemento barroco a nuestras túnicas nazarenas.
El imitar y querer ser igual que las mal llamadas "pioneras" es un mal ejemplo, porque no siempre todo lo hacen bien y como debe de ser.
Este año se ha podido ver a hermandades con clase y sin ninguna parafernalia, y que por mal que les pese a algunos siguen dando ejemplo en aquellos actos y acontecimientos en los que nos deleitan con su presencia.
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