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lunes, 11 de agosto de 2008

El Señor de la Ciudad


Hace unos dias,  en una pagina del ABC, leía que si la vida termina del todo, la felicidad es un engaño. Cuando, como consecuencia de ello, se plantea esta cuestion sobre la vida eterna, en esta pagina se señalaba que se preferia utilizar el termino perdurable. Recurrimos a la semántica para distinguir, en su caso, el significado de ambos terminos. Eterno hace referencia a una duración infinita, sin fin, que se halla fuera de la accion del tiempo. Perdurable, en cambio, es lo perpetuo, lo que dura siempre. ¿Dicen lo mismo? Pudiera pensarse que no y que incluso al decir cosas distintas, pueden plantearnos el problema de nuestra propia felicidad. Al final de las lineas de la citada pagina nos pone en camino para encontrar la solucion que estamos buscando permanentemente. "el unico metodo que parece adecuado, es la entrada en uno mismo para descubrir cual es el ultimo contenido de nuestra vida y de lo que ésta necesita. Vienen a mi mente estas ideas recordando las cosas que viví durante el ultimo Domingo de Pasion en la procesion de Nuestro Padre Jesus Nazareno. Hubo una que lleno mi alma de emocion, sintiendo incluso que por mis mejillas corrian las lagrimas, imposibles de contener. Aparecio de pronto una mujer invalida, sentada en su silla de ruedas, practicamente impedida de todo movimiento que requiriese de alguna fuerza. Venía acompañada de una joven, que trasladaba con dificultad su silla, pero que tambien carecia de las fuerzas minimas necesarias para "aupar" a nuestra devota de forma que pudiera incorporarse al paso de tan Divina Imagen. Aupar es un verbo singular que el diccionario define con doble contenido. De una parte dice que es levantar o subir a una persona, y de otra que es tanto como ensalzarla, enaltecerla. Quizá tengamos que conjugar ambos conceptos. Sentí que tan piadosa devota del Señor de la Ciudad, como le era un tanto dificil hablar, cruzo conmigo dos miradas con dos significados distintos. en la primera, con esa gracia que toda mujer sabe poner al mirar, me pidio que la aupase para rendir devoción al portentoso Padre Nazareno. Respondi como debía, haciendo posible ese deseo de levantarse al paso del Todopoderoso. Cuando la deje sentada en su silla, volvio a mirarme quiza con una expresión aún mas amable, mas dulce que la primera. Sin hablarme nada como en la primera ocasión, sentí ahora el encanto del agradecimiento. Dejé correr las lagrimas que brotaron en mis ojos y con mis manos las limpie como pude. En mi corazon saltaba una pregunta: ¿habia algo que limpiar? Aquella sencilla mujer inválida e impedida, que sabe pedir con la mirada que la aupen (levantar, ensalzar, enaltecer) para acercarse mas a Dios y que sabe dar las gracias por ello, ha sabido entrar en si misma para descubr sin engaño alguno el sentido de su vida y de lo que esta necesita. En el fondo de su propio ser y en lo mas intimo de su corazón, encontro la felicidad sin engaño alguno, porque sabe que Nuestro Padre Jesus Nazareno, es un poderoso testimonio de la vida eterna o perdurable (segun se quiera) aquella que nos espera y que está fuera de la acción del tiempo.

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