
             Sin fe el Costal es nada más que una vestidura apropiada para 
            realizar un trabajo. El llamador es golpe frío de metal que da 
            órdenes. El respiradero como celosía para recibir un poco de aire, 
            donde oír las órdenes que se van dando. La trabajadera es madera donde 
            poner el cuello y la espalda.
            El capataz, como un jefe que dirige y da órdenes. Las flores, 
            la cera, la música, el incienso, el azahar, como elementos 
            hermosos de una estética sublime. Todo es hermoso, pero todo 
            está muerto...
            En cambio, con la fe el costal es cilicio y es corona. Corona que se 
            pone sobre la cabeza y con cilicio punzante en la espalda, porque no 
            hay mayor honor y corona que llevar sobre los hombros a la Imagen 
            del Hijo de Dios o a Nuestra Señora la Virgen Santísima.
            El respiradero se hace oído por donde entra en el corazón de las 
            gentes que están en el recorrido que comunican su oración y sus 
            sentimientos. 
            Con la fe todo se transforma y vive de una manera distinta. Las 
            flores, la música, el incienso, el azahar, todo absolutamente todo, 
            está hablando del Señor Bendito y Resucitado que con su Pasión y 
            Muerte nos mereció tanta bondad, tanto bien. 
 
 
 
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