Creo que estamos confundiendo, una vez más, y ya van desgraciadamente muchas, el fondo de todo lo que significa ser cofrade, ser hermandad, ser hermanos, con las formas, y no solo por hechos como los que llevan acaeciendo desde el pasado mes de junio, sino por toda una trayectoria que dura ya varios años, en la que se da más importancia al solo de corneta que a la oración callada de una cofradía en silencio, se persevera en sacar un paso a costal y se dejan a la improvisación los cultos al titular, se ponen en la calle cuerpos de acólitos en los que en el mejor de los casos algunos de sus integrantes recitan el Padre Nuestro como soniquete obligado… Hemos dejado de lado lo importante, convirtiendo en dioses de barro nuestras devociones, nuestras imágenes, nuestras propias vidas.
Creo que no somos conscientes del daño que estamos haciendo a nuestro querido y apasionante mundo, creo que damos demasiada importancia a comentarios injuriosos escondidos bajo la más ruin de las cobardías, tachadura tras tachadura soportando ultrajes, agravios y menosprecios de quien no tiene otra cosa que hacer que meterse en la casa del vecino, en lugar de arreglar la suya.
Mirémonos, hagamos autocrí
tica interior, de puertas hacia adentro, y arreglemos lo realmente importante: casas de hermandad vacías, cultos anclados en el pasado, inexistentes o en la mayoría de los casos indignos de una imagen sagrada, nula asistencia de hermanos a estos, actitudes escasamente cristianas en las alturas dirigentes, escasa o nula formación, caridad reducida a cheques traicioneros, cofradías sometiendo a hermandades… Dónde las sonrisas… Dónde el buen esfuerzo… Dónde la felicidad… Dispénsenme si digo que me avergüenzo…pero el día que coloquemos a nuestras imágenes y a nuestras creencias por encima de todo lo demás… Ese día… Quizá hayamos descubierto lo realmente importante.