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viernes, 27 de febrero de 2015

Un Amor a duerme vela...

Y, como la tragedia se hizo inspiración, arte efímero, las cofradías de nuestra ciudad concibieron la representación apasionada más imponente y bella de la devoción popular católica. Drama y regocijo en una sola estampa. Los Remedios y sus halos podrían ser otra Judea para su Pasión. La sensiblería de sus cofrades está bien presta para ello. La luz…Su Luz, el aire…Su aire, la fragancia de los naranjos que embriagan una plaza inundada de Amor, el pasmo de belleza del entorno, las calles, las plazas, los jardines que rezuman primavera, rincones que evocan el paso de una cofradía… Un barrio que emerge en el corazón de la ciudad, intramuros, como un Gólgota capaz de rivalizar con el mismo Calvario… Las cofradías, serán, pues, el quinto evangelista, espectadoras de privilegio para contar, en imágenes asombrosas, el boato del drama del Hijo del Hombre.

sábado, 21 de febrero de 2015

Eterna presencia...

Una foto es ese instante único, irrepetible, congelado en el tiempo... Una décima de segundo engarzada en nuestra retina para disfrutarla toda la eternidad. En nuestra Semana de los sueños  hay estampas que pertenecen ya a la heredad común. Imágenes que por singulares, por difundidas y por lo que en sí mismas evocan o representan podrían componer la mejor colección para la sala de los recuerdos de nuestro particular museo de la memoria cofrade. Hoy escojo esta de mi colección, de la galería de las lágrimas. Porque será difícil que algunos de los que la vean no mojen sus ojos al contemplar que se encuentra incompleta. La presento huérfana, con la ausencia de alguien que hace ya dos cuaresmas cumple sus sueños cerca de Ellos. Aunque David no aparezca en ella para muchos siempre estará ahí con su fuerza, un poco más cerca cada cuaresma, regalándonos fragmentos de una vida corta pero plena, de unos sueños que pronto, muy pronto también serán parte de su historia.

viernes, 20 de febrero de 2015

La esencia de lo nuestro...

Y…es, en estos momentos, cuando las esencias de nuestra fe empezaran a desbordar los pasadizos de los sentidos… esa fe callada  que se echa a soñar con ternuras al calor de la cera derretida en nuestros altares devocionales… fe que se esculpe en el roce anhelado de Su mano, fe repujada en la fuerza del gran poder de Sus pasos…

miércoles, 18 de febrero de 2015

El color de la Cuaresma inunda la ciudad

En la amanecida de la Regia ciudad reluce una luz diferente, tonos blancos, azulados, dorados y carmesís reflejan el albor de un nuevo y refulgente tiempo. No sabría decir si es un sueño o una de esas realidades que por su obviedad parecen absurdas… Ha amanecido la Cuaresma y es blanca su presencia, su claridad absorbe poco a poco las últimas penumbras de la noche… pero es esa claridad neutra, sin atisbos de color puro, sin todos sus matices posibles…como si buscara un misterioso contraste con los colores predominantes: añiles, níveos, purpuras, y los nacarados rostros de belleza enseñoreada de las dolorosas.
Solo quienes viven su fe más allá, lograban percibir más colores, vida, matices de ilusión, de asombro, de alegría… Querría pedir prestados al menos por unos instantes los ojos intensos con que aquella mujer -con el cansancio que dan los años, pero con la alegría que supone el ver a su devoción eterna todos los días- miraba a la que ataviada de hebrea hoy la recibía, y con una sonrisa le mostraba su pleitesía, llorando “pa” sus adentros… “qué guapa estas Madre mía”,… estas buenas mujeres ya mayores, con el negro del dolor en sus vestidos, iluminadas por la imagen de su Virgen en la capilla componen los matices necesarios para entender la luz de estos días.
Pero no solo eran figuraciones. Desde muy temprano parecía como si el sol brillara de otra manera, menos perceptible… y cuando ya cae la dorada atardecida, sus rayos no conseguían dorar cálidamente los rostros amables, ni siquiera rozar en un breve adiós la madera bendita de la Virgen.  Me encontraba ante su estampa divina, buscando un poco de consuelo, quizá solo un poco de compañía… Allí, en la densa oscuridad del incienso y los rezos, sobre un breve altar, descansa la imagen de la Madre a la espera de la Pasión desgarradora de su Hijo. Se percibe una comunión especial con la Virgen doliente, como si esa pasión y muerte fuera un poco de todos, como si en mis manos sintiera el peso del dolor de aquel Hombre, la aspereza de su cruz, las lágrimas no derramadas…cerré los ojos...percibí poco a poco la tenue claridad de las velas con sus matices dorados y el rostro, la luz, los matices, fueron cobrando viveza, como la discreta luz roja, centelleante del Sagrario, que durante los albores de este día parecía haber escondido los colores de una nueva Cuaresma.

viernes, 13 de febrero de 2015

Arrebatadora Cuaresma

Ahora que el fin de la eterna espera nos contempla de cerca, muy de cerca… En estos días en que nos disponemos a salpicar las calles con nuestra presencia para hacer girar una ciudad entera a nuestro compás durante cuarenta días… días de una luz…la más tenue y evocadora del año, y sus cuarenta anochecidas, esas en las que soñaremos arrebatadoramente con la gracia de lo que está por venir… Cuando ese olor a cera fundida y naftalina que se disuelve y llena nuestra casa y  todas sus estancias se impregnan de los más dulces aromas… Cuando nos disponemos a participar en nuestras más enraizadas tradiciones, acudimos y vivimos en lo más hondo del alma nuestros ritos más íntimos, es ahora más que nunca cuando nos sentiremos dentro de esa liturgia familiar en su celebración hogareña, y abrigará nuestra común Casa  todo el sentido  que encierra el definir a la familia cristiana como iglesia doméstica, mística comunión de las generaciones, abuelos, padres, hijos, nietos, cuerpo místico de cristianos y cofrades que fueron, que son y que serán en un mismo linaje familiar, por los siglos de los siglos creyentes de una devoción. Y, es que, cuando cada año, cumplimos con nuestros ancestrales ritos, es ahí, en la hondura de cada liturgia, en la soledad de cada procesión, en la verdad de cada plegaria, donde uno se encuentra con el dogma y todo lo que perdimos resucita. Que así es y así nos parece el milagro de Ciudad Real en cada una de nuestras más hondas y devotas tradiciones. Una fiesta inmensa del espíritu vivo del Dios que llevamos dentro cada ciudadrealeño, cada cofrade, todo un  universo sensible donde se percibe desde la sencillez y pureza de corazón un sentido trascendente de las cosas, de las personas. Donde  descubrimos el Misterio de un Dios que vive en medio de los hombres,  y que se hace visible desde la devoción a unas imágenes benditas. Esta es la fe verdadera, la que nos arenga a creer en unos fervores sacrosantos, arraigados hasta los mismos tuétanos de una gente, de un pueblo que cree y de una ciudad que exalta la liturgia de una Cuaresma siempre esperanzadora, la que vence al tedio y al escepticismo con una simple oración sincera, la que deja en manos del destino lo que el destino tiene marcado sobre nosotros. Esta es la fe verdadera,…y a esa fe quisiera agarrarme cada vez que se acerca la naciente primavera, porque innegablemente, cada Cuaresma, cada floración de abril, cada Domingo de Ramos es, de algún modo, la “primigenia” Cuaresma, el primer Domingo de Ramos; es el gozo nuevo, una reluciente Semana Santa, sin ayer y sin mañana, “todo presente”. De aquí, también su difícil captación para los que son ajenos a nuestro universo cofrade, ajenos al sentido ritual de su estructura comunicativa. Los que ignoran y no entenderán jamás su código sentimental, sus claves sensitivas.

miércoles, 4 de febrero de 2015

La luz de un nuevo tiempo...

La víspera intima con los ímpetus para ataviarse entre la espera. El dulce de las miradas empieza a arrullarse en la espadaña de Santiago. Y el hálito de una grácil brisa -esa pretendiente que desnuda de fervores a los rincones de las callejuelas de un barrio-, va dulcificándose con los vestigios de incomparables momentos.
Quién sabe si el arrabal que acoge a la Hermandad del Señor que emana Caridad domina la inquietud de otros aguardos; por ventura habita al cobijo del abolengo de una parroquia rancia; y a buen seguro las huellas hurtadas por sus callejuelas están acentuadas por las nostalgias rociadas de gotas que ahora caen frescas evocando otras épocas.
Pero es que se anhele, se ansíe o se suspire por ella, un tiempo nuevo de cuaresma ya está aquí, y Él nos la viene a anunciar, Él nos la viene a iluminar. Sera la existencia, el camino, la devoción… o el mismísimo Salvador – que se encarna en la madera y revestido de sangre-, el que irrumpa en lo más hondo de nuestras entrañas para mostrarnos el sendero a seguir.
Que sobrio es el ámbito que esboza Dios cuando sale a la calle, bastante más simple debería  ser interpretar esos indicios que de vez en cuando nos anuncia – eternamente con sus exquisitas y sutiles formas -, ese Dios al que mal mencionamos y muy de tarde en tarde… El hombre y su obcecación, el hombre y su ausencia, el hombre y su materialismo que le hace quedarse simplemente en la envoltura de las esencias. Y es que es Él, quien adormece todos los anocheceres tu desconsuelo, y tus penas, y tus duquelas, bendiciendo la artesa que nos lava del pecado ancestral,… el mismo Dios que habita desde hace más de cuatro centurias en una confluencia de empedrados en donde las quietudes de las emociones se arraigaron a suspirar por distintas caricias, diferentes llantos, nuevos inciensos,… percibiendo que este universo cofrade vaga en pos del desafecto, de la indiferencia, de la frialdad… quebró el aire, lanzó la mirada a las espaldas y obró que las brisas empujaran el chaparrón con el que tornar más rápido que lentamente a su desabrigado y albo hueco. Las cosas de las cosas...y, de Él… Nos entorna el pasadizo de su mirada para que vayamos a descubrirlo, sin pretextos y con la valentía más sincera.
Unos llegaron a Él con la mirada clara de rencores,… esos que estallaron en cuanto anduvieron lejos de su hornacina. Algunos lo contemplaron con el candor de la mirada de un niño,… no con el veneno que segregan en ocasiones las nuestras. Y algunos, solo algunos, lo evocaron en el mismo aliento para darle gracias y suplicar en la misma medida que si existimos es por aliviarle en su pasión.
El tiempo, ese que medita entre ingratitudes, nos hará volver la vista al momento ya vivido y sentiremos lo que acaeció una anochecida de la recién estrenada cuaresma en nuestra ciudad, esa en la que un Dios dormido –clavado en una cruz que sabe a lanzas y esponjas empapadas en sentencias-, anheló transmitirnos que su grandiosidad se encierra en el rincón callado donde su muerte se reza; en la plegaria huidiza de una bulla que avanza de espaldas; y en esa plaza con revuelos de palomas blancas -que linda con sus almas -, y que al desaguar aquel turbión dejo correr más de una lágrima. Llegará el día en que echaremos cuentas y sabremos que sólo en Él reside el poder de dibujar en la bóveda celestial ese velo con el que se desarropa el sueño de una nueva y renovadora cuaresma…