Valle de lagrimas que gotea en el alma de quien la contempla, inundada en Dolor, solo ojos para su llanto solo luz para sus tinieblas de Dolor, solo pena para su corazón encogido. Ojos inmensos en la inmensidad de su Dolor. Dolor abierto al surco de la Cruz, desaforado y tenue; tenue, si, que el suspiro se le escapa en medio de la congoja, como un lamento que es plegaria... ¡Hijo Mio!
Y mientras resuena el eco de Amarguras, Maria se deshace en un valle de dolor y desconsuelo, Ella, la Señora, la Pura y Limpia Madre de Dios...
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