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domingo, 9 de febrero de 2014

Portentosa en tu mirada

Ayer me quedé prendado en su porte. Quizás me haga más falta que nunca, y por eso la sentí con ahínco… Quizás Ella lo supiera, -no, quizás no, seguro que lo sabe- y me envolvió sobremanera su forma de alzarse a mi lado, diciéndome… aquí estoy para lo que tú quieras… Y yo también, Madre… para lo que tú mandes y ordenes, porque en tus manos me pongo y me abandono… Son las cosas de la Virgen. Algo pasó, que me mantuvo en su capilla sin pestañear…
Parte de la culpa de mi “trance”, la tiene  su vestidor, que sabe vestir a nuestra Madre como nadie… Es uno de esos ángeles custodios que en la tierra andan transmitiendo un paraíso en sus manos. Esta Virgen, Madre angelical, no tiene a cualquiera recreando pliegues en sus ropas. Además otro hombre bueno, grande, honesto, honrado, con la escuela única sevillana del barroco y el buen gusto como emblema, ha sabido como nadie tallar los secretos de la Virgen con portento y gracia. Nardos, miles de nardos para esa carita humilde y refulgente de brillo sin par nacarada.

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