Su besamanos en Santiago, es como esa gracia anunciadora de que ya estamos en la metafísica de la emoción Y este anuncio es por tanto algo que se nos da, un don, un regalo que supone la superación del tiempo utilitario y cotidiano.
Así, el Viernes de Dolores, se entraña en Ciudad Real, queriendo o sin querer, consciente o inconscientemente, con una fuerza ritual incambiable. Y además, sencillamente, como algo que llevara siglos circulando en la sangre de las cosas, porque si. Por eso no hay calendario capaz de explicarlo ni de modificarlo.
Y cuando baja de su altar de cultos la Virgen de los Dolores, en la hora exacta en que nos ofrece la pureza de sus manos, la ciudad y sus cofrades saben que hemos entrado ya en el surtidor de los días iluminados.
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