
Estamos ante una abundancia sin rival, ante una constante del espíritu barroco que expande su misterioso magisterio estético vinculado al ámbito concreto de una manera de vivir y de sentir las dimensiones ludicas de esta ciudad. Una ciudad que sobrevive en vivencias que van mas allá de todas las teorías y que proclaman la liturgia liberadora del Hijo del Hombre entregado a la muerte.
¿Como explicar este juego cíclico de la Semana Mayor de la Cristiandad en nuestra real ciudad?
Cuanta emoción escondida en la memoria de cada cofrade y cuanta vivencia concreta en la emoción de cada nazareno.
Y no hay explicación, como no hay espacio vacío en esos altares que son los pasos de la pasión según Ciudad Real.
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