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viernes, 27 de febrero de 2015
Un Amor a duerme vela...

sábado, 21 de febrero de 2015
Eterna presencia...

viernes, 20 de febrero de 2015
La esencia de lo nuestro...
Etiquetas:
Cuaresma 2015,
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Fe,
Fervores
jueves, 19 de febrero de 2015
miércoles, 18 de febrero de 2015
El color de la Cuaresma inunda la ciudad
En la amanecida de la Regia ciudad reluce una luz diferente, tonos blancos, azulados, dorados y carmesís reflejan el albor de un nuevo y refulgente tiempo. No sabría decir si es un sueño o una de esas realidades que por su obviedad parecen absurdas… Ha amanecido la Cuaresma y es blanca su presencia, su claridad absorbe poco a poco las últimas penumbras de la noche… pero es esa claridad neutra, sin atisbos de color puro, sin todos sus matices posibles…como si buscara un misterioso contraste con los colores predominantes: añiles, níveos, purpuras, y los nacarados rostros de belleza enseñoreada de las dolorosas.
Solo quienes viven su fe más allá, lograban percibir más colores, vida, matices de ilusión, de asombro, de alegría… Querría pedir prestados al menos por unos instantes los ojos intensos con que aquella mujer -con el cansancio que dan los años, pero con la alegría que supone el ver a su devoción eterna todos los días- miraba a la que ataviada de hebrea hoy la recibía, y con una sonrisa le mostraba su pleitesía, llorando “pa” sus adentros… “qué guapa estas Madre mía”,… estas buenas mujeres ya mayores, con el negro del dolor en sus vestidos, iluminadas por la imagen de su Virgen en la capilla componen los matices necesarios para entender la luz de estos días.
Pero no solo eran figuraciones. Desde muy temprano parecía como si el sol brillara de otra manera, menos perceptible… y cuando ya cae la dorada atardecida, sus rayos no conseguían dorar cálidamente los rostros amables, ni siquiera rozar en un breve adiós la madera bendita de la Virgen. Me encontraba ante su estampa divina, buscando un poco de consuelo, quizá solo un poco de compañía… Allí, en la densa oscuridad del incienso y los rezos, sobre un breve altar, descansa la imagen de la Madre a la espera de la Pasión desgarradora de su Hijo. Se percibe una comunión especial con la Virgen doliente, como si esa pasión y muerte fuera un poco de todos, como si en mis manos sintiera el peso del dolor de aquel Hombre, la aspereza de su cruz, las lágrimas no derramadas…cerré los ojos...percibí poco a poco la tenue claridad de las velas con sus matices dorados y el rostro, la luz, los matices, fueron cobrando viveza, como la discreta luz roja, centelleante del Sagrario, que durante los albores de este día parecía haber escondido los colores de una nueva Cuaresma.
viernes, 13 de febrero de 2015
Arrebatadora Cuaresma
jueves, 5 de febrero de 2015
miércoles, 4 de febrero de 2015
La luz de un nuevo tiempo...
La víspera intima con los ímpetus para ataviarse entre la espera. El dulce de las miradas empieza a arrullarse en la espadaña de Santiago. Y el hálito de una grácil brisa -esa pretendiente que desnuda de fervores a los rincones de las callejuelas de un barrio-, va dulcificándose con los vestigios de incomparables momentos.
Quién sabe si el arrabal que acoge a la Hermandad del Señor que emana Caridad domina la inquietud de otros aguardos; por ventura habita al cobijo del abolengo de una parroquia rancia; y a buen seguro las huellas hurtadas por sus callejuelas están acentuadas por las nostalgias rociadas de gotas que ahora caen frescas evocando otras épocas.
Que sobrio es el ámbito que esboza Dios cuando sale a la calle, bastante más simple debería ser interpretar esos indicios que de vez en cuando nos anuncia – eternamente con sus exquisitas y sutiles formas -, ese Dios al que mal mencionamos y muy de tarde en tarde… El hombre y su obcecación, el hombre y su ausencia, el hombre y su materialismo que le hace quedarse simplemente en la envoltura de las esencias. Y es que es Él, quien adormece todos los anocheceres tu desconsuelo, y tus penas, y tus duquelas, bendiciendo la artesa que nos lava del pecado ancestral,… el mismo Dios que habita desde hace más de cuatro centurias en una confluencia de empedrados en donde las quietudes de las emociones se arraigaron a suspirar por distintas caricias, diferentes llantos, nuevos inciensos,… percibiendo que este universo cofrade vaga en pos del desafecto, de la indiferencia, de la frialdad… quebró el aire, lanzó la mirada a las espaldas y obró que las brisas empujaran el chaparrón con el que tornar más rápido que lentamente a su desabrigado y albo hueco. Las cosas de las cosas...y, de Él… Nos entorna el pasadizo de su mirada para que vayamos a descubrirlo, sin pretextos y con la valentía más sincera.
Unos llegaron a Él con la mirada clara de rencores,… esos que estallaron en cuanto anduvieron lejos de su hornacina. Algunos lo contemplaron con el candor de la mirada de un niño,… no con el veneno que segregan en ocasiones las nuestras. Y algunos, solo algunos, lo evocaron en el mismo aliento para darle gracias y suplicar en la misma medida que si existimos es por aliviarle en su pasión.
El tiempo, ese que medita entre ingratitudes, nos hará volver la vista al momento ya vivido y sentiremos lo que acaeció una anochecida de la recién estrenada cuaresma en nuestra ciudad, esa en la que un Dios dormido –clavado en una cruz que sabe a lanzas y esponjas empapadas en sentencias-, anheló transmitirnos que su grandiosidad se encierra en el rincón callado donde su muerte se reza; en la plegaria huidiza de una bulla que avanza de espaldas; y en esa plaza con revuelos de palomas blancas -que linda con sus almas -, y que al desaguar aquel turbión dejo correr más de una lágrima. Llegará el día en que echaremos cuentas y sabremos que sólo en Él reside el poder de dibujar en la bóveda celestial ese velo con el que se desarropa el sueño de una nueva y renovadora cuaresma…
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