Es la Madre que en el vértigo nos salva. Es la aurora que en lo íntimo nos guía. Es la espada que en la historia nos defiende. Es la Madre de los "Percheleros", que recién estrenada la Primavera y dándole nombre al primer viernes Santo del año, acaricia con su sombra la torre de Santiago, engalana el convento de esas reinas de la pobreza y viste a la brisa de su barrio de azules claridades.
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