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miércoles, 20 de noviembre de 2013

Una Salud que cautiva

El destino, esa mano caprichosa que sólo Tú sabes apretar cuando todo se siente perdido, quiso que tal día como hoy de hace ya tres fascinantes años, fuera el fulgor de tus radiantes facciones las que cobijaran mis huellas y dieran refugio -por unas horas-,  a una melancolía cansada de desahogarse bajo fríos y solitarios crepúsculos.
Recuerdo que sin decirme nada, Tu mirada lo llenó todo; y no puedo olvidar que fue al entrar en tu templo donde soñé con tu perfil por primera vez, abordándote a preguntas, pidiéndote mil respuestas, rescatando de los bolsillos cientos de porqués,…
Pero ese día Tú no tenías ganas de hablar, había mucha gente pendiente solo de Ti, extasiados ante tu sin par belleza.
Regresaba cada cierto tiempo a besar la mano donde mis lamentaciones se hundían, y te miraba casi sin querer, pero seguías guardando silencio.
Desandaba el camino de nuestros encuentros para que el aire que da vida a mis pulmones también se enamorase de Ti, pero te habías quedado muda.
Tuve la suerte de hablarte cara cara a través de mi objetivo, y poder zarandear tu pena y que ésta se confundiera con la mía, pero Ella sólo acertó a pedirme que tuviera paciencia.
La paciencia sabe, mejor que nadie, cómo resoplan mis pulsos cuando me siento en alguno de tus bancos y dejo que el tic-tac del reloj vaya haciendo de las suyas.
La paciencia conoce, mejor que nadie, a qué saben mis sueños, mis arrullos, mis intentos por pedirte una oportunidad para estar cerquita de Ti.
Y la paciencia descifra, mejor que nadie, los jeroglíficos que se pierden por entre las yemas de mis dedos cuando tus quimeras aparecen al caer la tarde.
Fue en el último giro de cabeza cuando sentí el abrazo de tus palabras, la caricia de tu piel, las cenizas de tu aroma impregnarse sobre mi ropa,…
Y en tan solo unos segundos, la vida se detuvo y tuvimos paciencia para contarnos de todo.
Mereció la pena esperar tanto tiempo para escuchar el eco de tus pisadas, para saber de Ti tanto como se de mí, para tenerte en la distancia y extrañarte en la cercanía; para rogarte, suplicarte, rezarte por los míos y sobre todo,… Por darme la oportunidad durante estos tres benditos años de poner santo rostro a la Salud y ver en tu divina cara el reflejo de los que me faltan y que siempre, siempre estarán ahí... en tu mirada... en el bordado de tu saya dorada... en las hojas de esa rama de olivo que en tu mano mimas y guardas...porque desde siempre has sido Señora, la Salud de mi vida, la fortaleza en mi camino y la vitalidad en mi día a día. Eterna Salud de una ciudad por Ti cautivada.

2 comentarios:

PEPE LASALA dijo...

Me parece precioso lo que has escrito. El sentimiento cofrade está a flor de piel, y la calidad literaria es impresionante. Un abrazo artista.

Evanir dijo...



El amor de Dios es considerado el mair de todos los logros.
así que esta es la mayor fuerza del amor en nuestros corazones.
Y a través de este amor, ponemos nuestra fe y esperanza
en todo lo que planeamos para nuestras vidas.
Como es mi tradición de nueve años para hablar acerca de la fe, la esperanza y
El amor no podría ser diferente hoy en día siempre vuelvo, tengo que ir lejos
habla de amor, fe y esperanza.
Espero que algún día el amor de Dios es el más alto dentro de todos los corazones.
Gracias por su calidez conmigo, gracias por saber que hay un rincón
para mí en tu corazón hermoso.
¿Cuál es su Domingo tremendamente encantadores besos, Evanir.
En el poste izquierdo un regalo para ti.