En su Sagrado oratorio todavía tintineaba la última plegaria que alguna ferviente devota entrada en años, de cabellos argénteos recogidos en un esmerado moño y apoyada en su bastón, guardaba en su cansado pero generoso corazón como tesoro que llevar ante sus plantas. La claridad empezaba a acariciar los gruesos mármoles que simulaban cristales de pulcras vidrieras y los destellos abordaban su rostro de terciopelo. La mañana se acicalaba para despabilar a su Reina. La espadaña se entreveía colmada de palomas y en su rosario relucían cientos de esperanzas revestidas de ofrendas.

Y así la quiero siempre a mi lado. Cogido de Su mano. Cercano a Ella...la causante de vivir mi fe respirando al amparo de su manto...el motivo para continuar día tras día peleando...el ademán de la dicha que se esboza en mi semblante.
Descendió de su cálida hornacina, izó el decorado de la vida y me destapó la verdad eterna que algún día, en algún momento, en algún lugar perdí, quizás en una madrugada en que el dolor cerró el paso a la esperanza…No pude recitar nada más… puesto que de todo punto estaba ya dictado.
1 comentario:
Ella, María Virgen y Madre, siempre está a nuestro lado, que hermosas palabras impregnadas de sentimiento le haz regalado.
Rosa
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